Com recordaran els nostres lectors, fa pocs dies els informavem sobre el lliurament dels diplomes de participació al concurs de la Comissió Europea "Juvenes Translatores 2009" , amb la qual cosa tancavem l'activitat per al present curs. Però divendres passat encara vam rebre una sorpresa molt agradable: el president del jurat de la prova ens enviava una Menció Especial per la gran qualitat de la traduccció d'una de les nostres alumnes participants: Ainhoa Rincón. Normalment només es dona a conèixer un guanyador per país membre de la Unió Europea, enguany a Espanya ha guanyat una alumna de Madrid, amb una traducció de l'anglès a l'espanyol. Excepcionalment, el jurat ha decidit atorgar aquesta menció a la nostra alumna, que va fer una excel·lent traducció del francès a l'espanyol; així, des del Quadern de Sísif, volem donar l'enhorabona a Ainhoa, i, també, felicitar al Departament de Francès per aquest èxit aconseguit per al centre!
¡Enhorabuena a Ainhoa por su Diploma y por su labor de traducción, así como a su profesora de Francés!
ResponEliminaPermítanme unas reflexiones sobre la traducción sacadas de aquí:
El traductor es el mejor lector que cualquier obra jamás podrá tener. Eso decía Italo Calvino en voz muy alta. Pues no existe otra manera de leer un texto y de ser por él traducido (Leemos y somos leídos por el texto, de tal suerte que leer es uno de los senderos de traducir; el texto también nos construye y nos deshace, componiendo en nosotros las huellas de lecturas espirales, de palimpsestos, que nos conforman y renuevan. Estamos, de muchas maneras, formados por las infinitas rutas que las palabras leídas, vividas, sentidas y sugeridas dejan al caminar por nuestros sentidos. Leer es nuestro sexto sentido del mundo y de los mundos, dijo Alberto Manguel):
El señor Palomar piensa que toda traducción requiere otra traducción y así sucesivamente. Se pregunta: “Qué querría decir muerte, vida, continuidad, pasaje, para los antiguos Toltecas? ¿Y qué cosa puede querer decir para estos muchachos? ¿Y para mí?” Y sin embargo sabe que nunca podrá sofocar su necesidad de traducir, de pasar de un lenguaje a otro, de figuras concretas a palabras abstractas, de símbolos abstractos a experiencias concretas, de tejer y volver a tejer una red de analogías. No interpretar es imposible, como es imposible abstenerse de pensar.
La mente humana no hace otra cosa que traducir —dialogando entre imágenes, lenguajes, sonidos, versos y reversos—, consciente o no, todo lo que invade a los sentidos. Lefevere dice que traducir nos es inevitable, y no por ello resulta menos doloroso; que no raras veces nos vemos obligados a traducir nuestras propias palabras para volver¬las nuestras una y otra vez, buscando en ellas los olvidados rostros nuestros que en ellas ocultamos.
El traductor, siendo el más infatigable discutidor, es un curioso de la lengua y de los sueños y es capaz de hacer temblar de dudas el silencio de cada texto; el tejido de historias, de dolores y de cosas que de tan inmensos no caben en lo escrito, que de tan coloridas no pueden dibujarse y de tan abiertas no llegan a encontrarse (y cuyos secretos sólo se dejan descubrir por pocos). Una buena traducción será entonces aquella que no se limite a transferir las palabras de una lengua a otra, sino que sea capaz de poner en piedra lo que antes estaba en papel; de coser en vestimentas lo que antes flotaba en el aire de unas cuantas notas musicales.
La vida de un texto es directamente proporcional a las múltiples lecturas que sobre él somos capaces de descifrar y de representar. Al leer, transformamos, vamos más allá de la forma, hasta que nos convertimos en lo leído y las significaciones; los sentidos de lo dicho —y más aun de lo sugerido— llevan en sus espaldas pequeños ojos que sembramos en el trayecto mismo de las lecturas. Por eso mismo, la curiosidad del traductor no puede aceptar la literariedad, la terrible mutilación de una obra que ve sus palabras transferidas, transpuestas, pegadas a un nuevo texto, a otro sistema. Debe contener una especie de codificación ya que ningún contenido existe en forma independiente del medio que lo incorpora.